A pesar de que la provincia de Málaga todo gozaron de fiesta esta semana pasada, el conjunto dirigido por Joan Plaza no está, ni mucho menos, para celebraciones tras la mala imagen mostrada por el equipo en Turquía y frente a su afición respectivamente. Dos derrotas que lo dejan con un desastroso balance de 1 victoria y 5 derrotas en febrero.
El hecho de comenzar los partidos de manera igualada y reñida suele ser la línea general de Unicaja, pero durante todo este mes la estrategia no ha servido para otra cosa que no sea aumentar la desventaja antes del descanso, para luego ser sentenciado en el temido tercer cuarto cajista. Desde los primeros compases, se vio un Unicaja falto de ritmo y demasiado blando defensivamente, aunque gracias al desacierto local de Darussafaka, todavía se podía mantener en el marcador e incluso ponerse por delante en algunos momentos.
Mientras Unicaja seguía acumulando problemas, los turcos fueron capaces de dar con la tecla y encontrara a algunos de sus jugadores americanos para estirar la goma y poner en apuros por primera vez a los costasoleños, pocos minutos antes de la conclusión del segundo período. Tan solo Mindaugas Kuzminskas era capaz de mantener a 9 puntos a los malagueños.
Pero ‘maktub’, estaba escrito, que de nuevo la escuadra malacitana se topara con el maldito tercer cuarto. Una mezcla de malas selecciones de tiro y una actitud que tamopoco acompañaba, dieron margen de acción a los otomanos, quienes esta vez no desaprovecharon su oportunidad con un Luke Harangody en estado de gracia, para catapultar a los suyos y dejar absolutamente neutralizado algún atisbo de reacción visitante. Solo dos líneas se le pueden dedicar a un cuarto final que solamente sirvió para confirmar la tragedia. Los tres últimos partidos de Euroliga se cuentan por derrotas, y además el Top16 ya parece una quimera.
Sin embargo, la oportunidad que le brindaba el futuro a Unicaja no la podía dejar escapar. Partido de Liga Endesa después del parón copero, en casa y ante tu afición con unas ganas insaciables de ver funcionar otra vez el baloncesto de una plantilla llena de calidad y que arrancó la temporada con el ansia de reeditar y mejorar lo cosechado en la fantástica campaña anterior. Pero no, el cuento era demasiado perfecto para que se asemejara a la cruda realidad del cuadro andaluz.
Un Murcia consciente de que la pelota estaba en su tejado para adueñarse de una plaza de playoff que sabría a oro, saltó al parqué mordiendo desde el segundo número uno. Únicamente hizo falta que los jugadores dirigidos por Katsikaris consiguieran colocarse un punto por delante, activando el botón de pánico en el Carpena y segregando esa misteriosa sustancia que paralizó al equipo local como ha sucedido durante todo este mes, y cada vez más sabedores de que aquella ventaja desperdiciada, no volvería a sonreirles ayer.
La kriptonita esta vez serían las dos torres tan versatiles que tiene en su poder UCAM, Antelo y Radovic, buscando y encontrando tiros faciles a media y corta distancia, mientras el porcentaje en t2 de Unicaja empeoraba posesión tras posesión. A pesar de ello, el reflejo del luminoso era menor que el jueves en Estambul, lo que hacia aflorar esperanza entre la desidia, que presidía el Martín Carpena ayer.
Un arreón global cuando la pelota se puso en juego, incrementó la autoestima de los visitantes que no paraban de hablar en defensa, además de llegar a todas y cada una de las ayudas. Ésto puso aún más nervioso a Unicaja que tenía ante sí el momento más crucial del choque, y comenzaron a fallar más y sobre todo a perder más balones en errores no forzados. Justamente habían entrado en juego con mucha fuerza Campazzo y compañía, por lo que la concienciación en el tiempo muerto entre tercer y cuarto período fue máxima y el inicio del cuarto definitivo fulgurante, recordó a tiempos pasados de la temporada anterior más o menos por estas fechas.
Pero…siempre los peros..el destino quiso que fuera uno de los orgullos de la cantera malagueña, quien aniquilara tirando y penetrando (fiel a su inconfundible estilo) a su equipo de toda la vida. Ironías del deporte que en este caso llegan en el peor momento, adecaudo por otra parte para la reflexión y meditaciín, para entender que es lo que hace falta ya de modo que todo esto revierta de inmediato. El Palau vivirá una guerra entre dos conjuntos que necesitan acabar en positivo el encuentro para recobrar esas llamadas sensaciones positivas.